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«Escribo este post pensando en mi amigo y las demás personas que perdieron a alguien y están pasando por este duro proceso. Decidí contar cómo viví el mío, porque cada uno lleva su duelo de diferente manera y leer o conversar con alguien que ha pasado por lo mismo, ayuda un poco a sobrellevar el dolor«.

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Hace poco, el papá de un amigo muy querido falleció. Fue algo inesperado, vivían en países diferentes y no pudieron verse en persona debido a la pandemia.

Mi corazón se llenó de dolor por mi amigo, porque sé cómo se siente. El dolor es más fuerte de lo que cualquiera podría describir o expresar. ¿Cómo consuelas a alguien que está pasando por un duelo? No puedes. Ninguna cosa que digas va a ayudar a esa persona a calmar su dolor. Sin embargo, tu presencia puede dar un poco de consuelo, un abrazo o simplemente escuchar, ayuda.

Según varios estudios psicológicos, el proceso de duelo tiene 5 etapas:

Negación

Ira

Negociación

Depresión

Aceptación

Respeto la psicología, pero nunca he recurrido a ella. Sin embargo, esta vez, decidí escribir mi proceso de duelo y al terminar, buscar si las palabras arriba mencionadas se aplicaron a mi historia. Veamos cómo me va.

Escribo este post pensando en mi amigo y las demás personas que perdieron a alguien y están pasando por este duro proceso. Decidí contar cómo viví el mío, porque cada uno lleva su duelo de diferente manera y leer o conversar con alguien que ha pasado por lo mismo, ayuda un poco a sobrellevar el dolor.

Mi caso es poco convencional, porque a mí lo que me ayuda a sanar es la soledad. He salido de todas mis tragedias con auto terapia y creo firmemente que sólo una/o misma/o puede salir de algunos tipos de depresión. Por favor, nunca dudes en buscar ayuda profesional si sientes que la necesitas, hacerlo puede marcar la diferencia.

A mi madre le detectaron cáncer cuando yo tenía 23 años. Su lucha para vencer la enfermedad duró dos años y durante ese tiempo recé todas las noches, con ferviente fe, para que Dios haga un milagro y cure su enfermedad. Hasta el último momento yo estaba segura de que mi madre iba a sanar; era lógico, pues Dios sabía que yo no podría vivir sin ella, así que mi cerebro no contemplaba otra opción. Cuando exhaló su último aliento, no logré asimilar que el ser más importante de mi vida se había ido.

La primera etapa fue definitivamente negación, porque no podía aceptar que la persona que tanto amo, de un momento a otro dejó de existir. A mi alrededor aún percibía su olor, sus pertenencias estaban a la vista, sentía su presencia, nada tenía sentido.

No recuerdo muchos momentos del velorio, tengo lagunas mentales sobre el día de su entierro, no logro recordar cosas que debieron haber sucedido, como personas que asistieron, palabras de consuelo que seguramente recibí… Lo que sí recuerdo es que todo se veía muy surreal, como si estaba viendo todo desde afuera, como si hubiera sido un mal sueño.

Pasaban las semanas y yo lloraba en los rincones, no podía con el dolor. No podía dormir. Cuando mi mejor amiga llamaba, lo único que yo hacía era llorar y ella del otro lado, me escuchaba en silencio durante todo el tiempo que tomaba calmarme. Eso me ayudaba un poco.

A veces, encendía el auto y manejaba sin destino por toda la ciudad, sola. En el camino lloraba, gritaba y le reclamaba a mi mamá por haberse ido. Pasé a sentir mucha ira hacia ella, hacia Dios, hacia todo.

Luego de un tiempo sucedió lo impensable; mi cerebro, al que le tengo un poco de miedo porque a veces toma decisiones muy radicales, decidió dejar ir a mi mamá y nunca más volver a llamarla, ni pedirle consuelo, consejos, señales. Nada. Se podría decir que entré a una etapa de negociación.

El detonante: Resulta que aquí las cosas estaban mal y yo no quería que ella se entere de nada de eso, quería que realmente descanse en paz, que viva eternamente en su paraíso asignado y nunca tenga que preocuparse por lo que pasa en este plano. ¿No se supone que de eso se trata el descanso eterno? Mueres y vas a un lugar donde todo es paz, o vuelves a nacer y lo que viviste, o tus seres queridos ya no deben preocuparte.

Odiaría pensar que luego de su muerte, ella tenga que estar viendo todas las tragedias que ocurren aquí.

En fin, la dejé ir. Cada vez que pasaba algo malo, mi consuelo era que mi mamá no estaba y no tenía que vivir ese dolor. La imaginaba en otro plano, feliz, relajada y sin saber nada de nosotros.

Así que mi subconsciente se enfocó en eso para poder sobrellevar su ausencia. Nunca más llamé a mi mamá, ni le pedí señales, mucho menos consejos. Hasta el día de hoy, cada vez que paso por un momento difícil, lo que hago es recordar todas las cosas que mi mamá me enseñó, todos los consejos que me dio en vida, toda la fuerza que transmitía, todo eso quedó grabado en mi mente y libero esos recuerdos cada vez que los necesito.

Siempre estaré agradecida con mi mamá por todo lo que me enseñó y por todo el amor que me dio en vida.

Un día, no hace mucho, conversando con una amiga, me contaba que sentía que su madre fallecida cuidaba de ella; que a veces pedía señales y las recibía. Me aconsejó abrir mi interior y pedir a mi mamá una señal, porque está segura que ella me cuida desde donde está. Pero mi cerebro no acepta esa teoría, está configurado de otra manera y esa fue la única forma de aguantar el dolor. En el fondo sé que, si me abro a esa posibilidad, me quebraría.

Ahora que escribo esto, me doy cuenta que tal vez no sea buena idea que uses este post como guía para sobrellevar tu dolor… De pronto en tu caso, sentir que tu ser querido te cuida y acompaña, te haga sentir mejor. Para mí, ninguna de las dos formas está mal.

Pienso en mi mamá todos los días, a veces le hablo a mi hijo sobre ella y le cuento muchas anécdotas. Ella está presente en mi memoria todo el tiempo.

Pero ya no lloro su ausencia, porque elegí pensar que ella está muy bien, feliz y en paz, entonces debo respetar eso y no estar regando llanto ni lamentándome en los rincones, porque eso puede perturbar su descanso. Esa fue la manera que encontré para manejar mi depresión, enfocarme en su paz. Así que coloqué mi dolor en un baúl, bajo 100 candados.

Un día, vi a una amiga de mi mamá de su juventud. Ella vive desde hace muchos años en otro país y perdió contacto con mi madre años antes de su enfermedad. Cuando nos vimos, mientras se acercaba a mí, creo que le impactó un par de rasgos físicos que tengo de mi madre y empezó a llorar; me abrazó y siguió llorando, con profundo dolor. Ese abrazo y su dolor, hizo que se rompan los candados de mi baúl y me quebré. Lloré mucho, no fue necesario decir nada, pero ese abrazo rompió los candados que tanto me costó cerrar.

Comprendí que es necesario desahogarse de vez en cuando, así que me lo permito una o dos veces al año. Voy sola al cementerio, pongo flores y lloro. Saco todo lo acumulado, lloro con lamentos y todo. Lo hago porque sé que mi mamá no está ahí; sus huesos sí, pero su alma no. Lloro porque nunca me va a dejar de doler, porque la extraño, porque me hace mucha falta conversar con ella… Además, debo vaciar mi baúl cada cierto tiempo para que no se desborde. Cuando pasa un buen rato, me siento más ligera, cierro el baúl y sigo con mi vida.

No puedo decirte que tu proceso de duelo será llevadero, tomará tiempo y lágrimas. No puedo decirte que ya pasará, porque no pasará. Pero te puedo asegurar que encontrarás la forma de canalizar ese dolor, con el tiempo.

Deja ir a tu ser querido, deja que vaya a donde tenga que ir y ten presente su legado, lo que te dejó en cuanto a amor y enseñanzas. Llegará un punto en que cada vez que pienses en esa persona, vas a sonreír con gratitud y amor. Esa es la etapa de aceptación.

Un fuerte abrazo,

MJ

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